La educación sentimental es muy importante. Sin embargo, suele estar bastante abandonada. En la escuela se hace habitualmente hincapié en los aprendizajes de naturaleza intelectual que son necesarios para entender la realidad y la historia. Se aprende filosofía, matemáticas, geografía y literatura, pero muy poco relativo a la esfera emocional. Al menos, de manera sistemática e intencionada.
Hoy se insiste en la necesidad de que las personas sean competentes. Pero las competencias no son meras destrezas o habilidades. No son meros conocimientos. Las competencias tienen un carácter integrador que incluye sentimientos, actitudes y valores.
En la base de muchos planteamientos autodestructivos están ideas irracionales que hacen un daño casi irremediable si no se someten al rigor del análisis, si no se desmontan de manera efectiva. Para ser competentes emocionalmente hay que saber conjugar vivencialmente cinco verbos.
Dar: Hay personas que están incapacitadas para dar. Porque piensan que no tienen nada bueno que ofrecer, porque creen que su donativo emocional puede ser rechazado, porque creen que dar es presuntuoso, porque han tenido malas experiencias, porque lo creen peligroso si su gesto es malinterpretado.
Una postura egoísta nos cierra sobre nosotros mismos y nos impide vivir generosamente, dando lo mejor que tenemos, compartiendo aquellos que otros necesitan.
Recibir: Hay quien no es capaz de recibir el afecto de los demás. Porque lo considera peligroso. Creen que no son merecedores de ese afecto y, por ello, lo rechazan.
Fui testigo hace muy poco en la Feria del Rincón de la Victoria, lugar en el que vivo, de una curiosa escena. Una señora pretendía regalar una pulsera a una chica que caminaba con su padre. La señora insistía y ella, temerosa, no se atrevía a aceptar el obsequio. Era un regalo desinteresado. Hasta que el padre le dijo:
- Venga, acéptalo.
La chica se acercó y recibió la pulsera. No era una estrategia de vendedora que luego pedía el precio. Era, sencillamente, un regalo.
Las mujeres pueden tener una reticencia mayor cuando es un hombre el que ofrece algo. Porque piensan que en ese gesto hay un mensaje oculto, una trampa escondida. Pero, bueno, si alguien tiende esa trampa, hay tiempo y mil formas de desmontarla.
Nos estamos haciendo muy desconfiados. Las malas experiencias nuestras o ajenas nos hacen pensar mucho las cosas, nos ponen a la defensiva, nos hacen ver malas intenciones en los gestos más inocentes.
Pedir: Hay quien no sabe demandar amor, pedir lo que necesita afectivamente. Siente vergüenza. No está en condiciones de encajar la respuesta negativa. Se compara con otros sobre los que piensa que tienen derecho a pedir porque son merecedores de que se lo den todo.
Hace poco he leído el texto de un anuncio que me llamó la atención. No recuerdo ahora a qué producto servía de gancho publicitario. El texto era muy corto y muy explícito.“Tú, pide” Eso es: tú, pide. Puede ser que no te den, puede ser que ni siquiera te escuchen. Pero tú has hecho tu parte. Has sido capaz de pedir.
Rechazar: Hay quien no sabe rechazar la demanda de otros. Porque tiene miedo a hacer daño, a defraudar, a perder el afecto. Si dice no, piensn que nunca podrán pedir ellos nada.
No saber decir no, lleva a situaciones complicadas y de profunda infelicidad. Nadie debe sentirse responsable de las reacciones patológicas de los demás. Hablo de decir que no a peticiones que no sólo podemos sino que debemos rechazar..
Patti Breitman y Connie Hatch en su libro “Cómo decir no sin sentirse culpable” hablan de algunos noes cotidianos que es preciso pronunciar con firmeza. Por ejemplo decir no a un tratamiento de cosmética innecesario, a facturas escandalosas, a la prolongación innecesaria de tratamiento terapéutico, a contratistas y pintores, a la perseverancia de vendedores ambulantes, al correo comercial…
Quizás haya otras situaciones más complejas: una propuesta de noviazgo, un ofrecimiento de amistad,.una invitación a un viaje o a una fiesta, una propuesta de trabajo…
Se dice en el Prólogo del citado libro: “Aprendiendo a decir no sin sentiros culpables, dispondréis de un tiempo que ignorabais tener. Y, aún más importante, aprenderéis a decir sí a todas las cosas que resultan valiosas para el corazón, cosas que siempre habíais querido hacer pero estabais demasiado ocupados haciendo otras cosas… Cuando aprendáis a decir no recuperéis de nuevo vuestra vida”.
Encajar: Hay quien, ante una negativa o un rechazo se siente destruido. Piensa que eso le pasa por ser como es aunque quien le ha rechazado lo haga con todo el mundo.
En la película “Celia”, de José Luis Borau, una niña le chantajea a la protagonista diciendo que si no le regala una caja de bombones, dejará de ser su amiga. La respuesta de Celia es contundente:
- Peor para ti.
Ante un mismo acontecimiento se puede reaccionar de muchas formas. El mismo rechazo, por ejemplo, hace que una persona se hunda y que otra se fortalezca. Es muy importante saber reaccionar. Claro que importa lo que nos pasa, pero es mucho más decisiva la postura que adoptamos ante lo que nos pasa.
La imposibilidad de dar, recibir, pedir y rechazar afecto o de encajar una negativa, nos pone contra las cuerdas de la infelicidad. Es necesario practicar de forma constante y profunda la conjugación de estos cinco verbos para avanzar en el camino de la salud emocional.
POR MIGUEL ÁNGEL SANTOS GUERRA
Miguel Ángel SPPantos GuerraPOR MIGUEL ÁNGEL SANTOS GUER
POR MIGUEL ÁNGEL SANTOS GUERRA
Miguel Ángel SPPantos GuerraPOR MIGUEL ÁNGEL SANTOS GUER
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